Wednesday, May 16, 2012

El miau y la muerte

La muerte es un tema que siempre me ha fascinado. El temor, el dolor y la tristeza que están adheridos a la idea en la sociedad occidental y por otro lado otras formas de aproximarse a ella entendiéndola como una transición, un simple abandono del cuerpo físico. Por supuesto son muy distintas las formas en que es percibida por diversas culturas en todo el mundo. La muerte y mi fascinación por ella viene de todo esto pero más exactamente de su poder para hacernos recordar a cada segundo el carácter efímero y poderoso de la vida. Lo majestuoso de la muerte, o mas bien, no de ella sino de la inminencia de su presencia, es que nos regresa al presente, a lo que es, que al final es lo que único que existe.

Historia de Miau

Un samurai, feroz guerrero, pescaba apaciblemente a la orilla de un río. Pescó un pez y se disponía a cocinarlo cuando el gato, oculto bajo una mata, dio un salto y le robó su presa. Al darse cuenta, el samurai se enfureció, sacó su sable y de un golpe partió el gato en dos. Este guerrero era un budista ferviente y el remordimiento de haber matado a un ser vivo no le dejaba luego vivir en paz.
Al entrar en su casa, el susurro del viento en los árboles murmuraba miau.
Las personas con las que se cruzaba parecían decirle miau.
La mirada de los niños reflejaba maullidos.
Cuando se acercaba, sus amigos maullaban sin cesar.
Todos los lugares y las circunstancias proferían miaus lancinantes.
De noche no soñaba mas que miaus.
De día, cada sonido, pensamiento o acto de su vida se transformaba en un miau.
Él mismo se había convertido en un maullido...
Su estado no hacía mas que empeorar. La obsesión le perseguía, le torturaba sin tregua ni descanso. No pudiendo acabar con los maullidos, fue al templo a pedir consejo a un viejo maestro Zen.
-Por favor, te lo suplico, ayúdame, libérame.
El Maestro le respondió:
-Eres un guerrero, ¿cómo has podido caer tan bajo? Si no puedes vencer por ti mismo los miaus, mereces la muerte. No tienes otra solución que hacerte el harakiri. Aquí y ahora. -Y añadió-: Sin embargo, soy monje y tengo piedad de ti. Cuando comiences a abrirte el vientre, te cortaré la cabeza con mi sable para abreviar tus sufrimientos.
El samurai accedió y, a pesar de su miedo a la muerte, se preparó para la ceremonia. Cuando todo estuvo dispuesto, se sentó sobre sus rodillas, tomó su puñal con ambas manos y lo orientó hacia el vientre. Detrás de él, de pie, el Maestro blandía su sable.
-Ha llegado el momento -le dijo-, empieza.
Lentamente, el samurai apoyó la punta del cuchillo sobre su abdomen. Entonces, el maestro le preguntó:
-¿Oyes ahora los maullidos?
-Oh, no. ¡Ahora no!
-Entonces, si han desaperecido, no es necesario que mueras.
En realidad, todos somos muy parecidos a ese samurai. Ansiosos y atormentados, miedosos y quejosos, la menor cosa nos espanta. Los problemas que nos preocupan no tienen la importancia que les otorgamos. Son parecidos al miau de la historia.
Ante la muerte, ¿qué cosa hay que importe?

Tomado de: La práctica del Zen y cuatro textos canónicos Zen. Taisen Deshimaru.

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